sábado, 28 de febrero de 2009

jueves, 26 de febrero de 2009

Jaleo

Todo parece muy simple, todo es tan claro como la luz del día, pero todo lo de los demás, lo de uno mismo es un jaleo sin pies ni cabeza que no sabes por dónde desmadejar. Te viene un amigo, te cuenta un problema y tú como un clarividente del siglo XX (toma pareado) eres capaz de hacer una disección perfecta de los cómos y los porqués y cual psicoanalista que ha estudiado en las más prestigiosas universidades del mundo, Oxford, sin ir más lejos, acabas desentrañando los orígenes y las posibles consecuencias de todos y cada uno de sus actos, aunque da igual porque evidentemente tu amigo no te va a hacer caso, se va a pasar lo que tu le digas por el arco del triunfo y probablemente actuará completamente en contra de tus sabios dictámenes. Eso sí, pasado un prudente periodo de tiempo, volverá a ti, cual perro cabizbajo y te contará el resultado penoso de sus actos, a ti te dan ganas de decirle aquello de "ya te lo dije", y probablemente se lo digas, pero a él eso realmente se la suda porque lo que espera es que le resuelvas el nuevo problema, para volver a iniciar el ciclo y es que no hay más tonto que el que no quiere ver, quiero decir, ciego.
Pero y cuándo el ciego eres tú, cuándo no sabes como comportarte ante las vicisitudes que se acontecen en tu mundo, cuándo de un grano de arena haces un desierto, por qué en esos momentos la clarividencia te es negada, toda la capacidad de análisis racional se te queda en las tripas atrapada provocándote unos retortijones de lo más desagradable. Entonces acudes a ese mismo amigo y te comportas igual que él se comportó antes y si lo que te dice no te convence, te vas a la busca de otro que te diga algo más cercano a lo que quieres oir, porque en el fondo lo que quieres es que te tranquilicen, o no...
Yo que sé, sólo sé que no sé nada y que esta duda se me produce porque la primavera la sangre altera y porque la cobardía del que está enamorado e intuye que no va a ser correspondido me hace comerme el tarro, no me gusta lo que me dice mi instinto y necesito luchar contra él para autoconvencerme de que se equivoca. El autoconvencimiento siempre me pareció una cosa muy sana para uno mismo y muy insana para los que te rodean...
Y así sin darme cuenta acabo de lanzar un pensamiento claro sobre mi propia persona, será que en el fondo todos sabemos lo que hay, que sé yo... Lo que sí sé es que como la luz de Córdoba no hay nada.

lunes, 16 de febrero de 2009

Green

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ARCO 2009. Madrid