sábado, 3 de octubre de 2009

Actores de reparto

Lo malo de acumular dos resacas seguidas es que los pensamientos se enturbian, se concatenan, se mezclan y te explotan a golpe de martillazo. Realidad y paranoia se confunden sin darte tregua. Te sumerges y buceas sin bote de oxígeno y empiezas a sacar conclusiones poco esperanzadoras. Me descubro a mi mismo hablando como si la vida se estuviera quedando a mis espaldas, como si ya las cosas importantes no me fueran a pasar a mi, como si ya no fuera un protagonista sino un actor de reparto que sólo sirve de apoyo a la historia central. Es cierto que hay secundarios encantadores, tiernos, a los que todos adoramos y otros misteriosos, seductores, malos... personajes necesarios para el desarrollo de la trama, lo malo es que la trama no gira en torno a ellos y cuando dejan de ser clave desaparecen sin más, sin tener un final y lo único que importa es que es la vida del protagonista lo que tiene un sentido. Ahí está el mundo y el mundo te empieza a percibir como uno más y eso no le gusta a nadie. Y con esa sensación cuando se te pone por delante una nueva ilusión de esas que tu no escoges, das por hecho que la tienes que dejar pasar de largo, porque a estas alturas es mejor no emocionarte creyendo que te vas a convertir en el protagonista para que luego los hechos te vuelvan a dejar tirado en una cuneta. Te conviertes en espectador, consejero, enemigo u oponente y dejas que las cosas importantes les sucedan a otros, asumes un estado de resignación tranquila similar al que te provoca un orfidal. A veces dudas y piensas "a lo mejor es mi momento, por qué no, a mi también me puede pasar..." pero a la vez te dices a ti mismo "bobadas, eso ya no te va a suceder, olvídate..." y sin querer puede que dejes pasar algo importante por el simple hecho de que ya no. Recuerdo como cuando era pequeño todo se solucionaba con una simple palabra de tu madre, todo era muy simple y en cinco minutos la vida se volvía de nuevo de color de rosa. Ahora no hay respuestas.

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