lunes, 12 de abril de 2010

Aprendiendo a mirar

Con la segunda copa de vino sobre la mesa, la cabeza empieza a bailar a ritmo de vals y sin más empieza a pensar en lo fácil que es conseguir eso que todo el mundo dice buscar. Sólo hay que ser capaz de darle la vuelta a las pequeñas cosas que se acontecen en el día a día. Si llueve regodéate en la belleza de la nostalgia detrás de un ventanal, enciende un cigarrillo y sigue el compás de las gotas, siente su sonido y su humedad que relaja tu piel. Si hace sol puedes tumbarte en el césped de cualquier parque, encender el iPod, observar a los extraños desde detrás de tus gafas de sol, imaginar como son sus vidas y dejar que la luz te penetre por los poros.
Si abres el frigorífico y está lleno, date el gustazo de prepararte un buen desayuno, o cocina platos imaginativos para compartir con tus amigos sintiéndote un nuevo Ferrán Adriá; si por el contrario está vacio, habrá que alegrarse porque a aquellos kilillos de los que siempre te andas quejando y que te traen por la calle de la amargura desde que tienes uso de razón, a lo mejor les ha llegado la hora de la verdad.
Los atascos, a priori, pueden parecer un infierno, un sin fin de minutos perdidos, a veces horas, una espera que provoca que el animal que llevas dentro salga a la superficie con su mayor ansia asesina. Pero, y si de repente suena en la radio una canción que nunca habías oído, que te hace descubrir un nuevo grupo que te acompañará para siempre, o si en tu pesar, observas que en el coche de al lado un chico de sonrisa maravillosa te mira con cierto rubor, entonces la espera dejará de ser etarna y pasará a parecerte breve.
Y como éstas, mil cosas más, sólo hay que desear que no aparezca en tu vida uno de esos acontecimientos a los que no se les puede dar la vuelta, uno de esos en los que mires por donde mires, el lado bueno no aparece y sólo puedes sumirte en el dolor más profundo... Aunque a veces hasta eso tiene una connotación positiva, por muy difícil que sea llegar a ella, descubrir que en casi todas las cosas cotidianas y pequeñas de la vida, en todos esos momentos que pueden parecer insustanciales, está la felicidad, sólo tienes que aprender a mirar.

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