jueves, 2 de febrero de 2012

Sinceros

Mi hermana Ángela, hace muchos años, lo expresó como le salía del alma, "¿Por qué la gente tiene esa necesidad de comerse el culo?", y aunque parezca mentira es algo que aún me cuesta entender por más vueltas que le doy. En principio, cada vez que le preguntas a alguien qué cualidad valora por encima de todas en los demás, en la cúspide se sitúa la sinceridad, por eso se agradece tanto que digas sinceramente lo que piensas. Sobre todo si eso que piensas, o mejor dicho verbalizas, se corresponde con el personaje que cada uno ha ido creando y que oferta a los demás, pretendiendo ser comprado, esperando que su trabajo de construcción sea reconocido, de forma muy sincera.

Eres atrevido pero prudente, elegante pero vulgar, inteligente pero te sabes hacer el tonto, divertido pero serio, maduro pero infantil, tierno pero duro, sabes estar en todo momento... Conclusión, eres perfecto y así lo debe ver todo aquel que se te acerque. Sombra aquí, sombra allá, maquíllate, maquíllate, un espejo de cristal y mírate y mírate... El caso es que nos pasamos tanto tiempo maquillándonos para que los demás no nos vean las imperfecciones, que en una de éstas nos creémos que somos lo que queda tras el proceso de restauración, y a partir de ese momento cada vez que alguien nos halaga sospechamos que está siendo falso. Muchos se quejan de que los otros no son sinceros, sin pararse a pensar si ellos lo son y sin plantearse el motivo por el que no lo son. Y es algo tan sencillo como que en el fondo no queremos que los demás sean sinceros con nosotros, paradojas de la vida. Es decir, yo te miento, te sigo la corriente y así tú me la sigues a mi y todos tan contentos. Se entra en un bucle, para mi altamente insoportable pero curiosamente confortable para muchos, que incluso prefieren correr el riesgo de una locura controlada.

En los últimos años he notado un aumento significativo en la cantidad de locos por metro cuadrado, sobre todo a partir de los 30. La experiencia hace que para muchos la realidad sea un lugar nada apacible, así que acaban confundiendo persona con personaje. No eres tan listo, ni tan guapo, ni tienes tantos amigos, ni eres tan gracioso, ni tienes un trabajo tan interesante, y cuando estás borracho eres insoportable... Conclusión, no eres especial. Los que sabemos donde estamos ya no sabemos si somos nosotros los que estamos locos y deberíamos subirnos a ese carro, porque parece que a muchos les funciona vivir en Barrio Sésamo.

Estamos en una época en la que si tienes tres amigos de verdad ya te puedes dar con un canto en los dientes, amigos que si tienes un grano en la punta de la nariz no te intentan hacer creer que tienes un lunar. La gente te quiere más cuando no te conoce, entendiendo querer como "contar contigo" o "incluirte en sus vidas y en sus planes". Parece ser que nadie quiere mucho tiempo a su lado a alguien que tras descubrirle le recuerda constantemente lo que es. Así empieza el amor, como una proyección en el otro de lo que tú quieres que sea. Si el otro es listo se adaptará a ese papel manteniéndolo en el tiempo tanto como le sea posible. Cuando ya no pueda más provocará la extrañeza y el rechazo en el primero, que de repente pensará "tú no eres la persona de la que yo me enamoré", básicamente porque nunca lo fue, porque nunca existió, porque tú lo inventaste. Y ahora plantéate si el otro no te inventó a ti también. Uno es especial en función de que los demás no te den referentes negativos de ti mismo. ¿Y no te das cuenta de que no te los dan para que tú no les des referentes negativos de si mismos, porque ellos también quieren sentirse especiales?

¡BUCLE!

... y en esas estamos...

2 comentarios:

  1. "Parece ser que nadie quiere mucho tiempo a su lado a alguien que tras descubrirle le recuerda constantemente lo que es".

    Qué gran verdad. Te adoro (desde lo más sincero, of course).

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